Todo conocimiento conlleva el riesgo del error y de la ilusión. La educación del futuro debe afrontar el problema desde estos dos aspectos: error e ilusión. El mayor error sería subestimar el problema del error; la mayor ilusión sería subestimar el problema de la ilusión. El reconocimiento del error y de la ilusión es tan difícil que el error y la ilusión no se reconocen en absoluto.
Edgar Morin
En 1999, la UNESCO solicitó a Edgar Morin que expresara sus ideas en la esencia misma de la educación del futuro, en el contexto de su visión del “Pensamiento Complejo”. En este texto, publicado por la UNESCO bajo el título de «Los siete saberes necesarios para la educación del futuro», Edgar Morin presentó siete principios clave que él estimó necesarios para la educación del futuro. En él habla de las cegueras del conocimiento, del error y de la ilusión, de lo inesperado y de la incertidumbre. Yo hablo de la ceguera en la educación inclusiva, una educación que se rige por el principio de normalización y que en su uso ya conlleva a error, un grave error conceptual. Normalizamos las injusticias, y seguimos segregando de forma habitual, de forma que lo cotidiano se vuelve opresor.
La LOE, en el título II sobre la Equidad en la Educación, habla del principio de normalización en dos ocasiones, en la atención integral al alumnado con necesidad específica de apoyo educativo y en la escolarización; al no especificar y concretar qué es la normalización, este principio se ve amenazado por el error. Una concepción que conlleva entender este principio como: «tiene que ser normal», «debe ir a un colegio ordinario», «debe hacer las mismas cosas que los demás». La normalidad entendida así está amenazada por el error y por la ilusión de que se hacen las cosas bien, de forma que la ceguera es todavía mayor.
El error es considerar que este principio de normalidad, que rige la equidad y la igualdad de oportunidades, signifique parecerse y ser como los demás, «ser normal», y entonces se ponga el foco en lo que la persona no sabe hacer, en el déficit, en las dificultades que tiene para ser normal. En estos momentos, ser normal en educación significa seguir el currículo establecido, significa seguir el libro de texto, significa escribir, memorizar, validar conocimientos adquiridos, reproducir contenidos… y no eres normal cuando no eres capaz de hacer todo eso. Dentro de esta normalidad, y reguladas normativamente, se realizan adaptaciones curriculares para que este alumnado pueda estar en clase como el resto de sus compañeros y compañeras, siendo normal.
Es decir, que el niño, la niña, el joven, la persona con necesidad específica de apoyo educativo bajo este principio de normalización, debe ser normal y llevar una vida normal. Le pedimos entonces que haga lo que hacen los demás para poder ser normal, le pedimos que se comporte normalmente, que reproduzca los contenidos de la misma forma, que cuando esté en el aula esté en silencio, muchas veces sin participar, y en ocasiones, incluso, realizando actividades descontextualizadas diferentes al resto. Cada vez que hacemos esto, somos opresores, cometemos injusticias, y nos basamos en el error de poner el énfasis en la persona, en lo que no sabe hacer, marcando aún más las diferencias entre lo normal y lo anormal. Es necesario quitarse la venda que me produce la ceguera a la inclusión y ser capaz de modificar el contexto, un contexto que constriñe, un contexto que oprime, un contexto discapacitante que pone límites rígidos a la normalidad. Hay que permitir a estos niños, niñas, jóvenes, que con los apoyos y ajustes necesarios, puedan pertenecer, ser ellos mismos y estar en el aula con todo el mundo, que ese es su lugar, porque la educación inclusiva no es un premio, es un derecho.
Este error conceptual produce ceguera, una ceguera que impide ver a la persona, puesto que solo se ven las etiquetas, las barreras, las dificultades, los inconvenientes, las molestias y se escuchan enojos. Este error conceptual molesta, porque el ritmo de trabajo no es homogéneo, porque la incertidumbre se apodera del día a día, porque no se concibe que en el aula no avancen todas las personas al mismo ritmo, porque… y muchas veces me asusto porque no sé.
Es necesario, urgente, reconocer el error de la normalidad, reconocer la ilusión de considerar que eso es así, porque conlleva sufrimiento y desasosiego en muchos niños y niñas, en muchas familias.
¡Quitémonos la venda, abramos los ojos, reflexionemos sobre la normalidad!
Esa es la cuestión , la referencia de la normalidad como verdad absoluta a la que se debe llegar, sin reflexionar sobre si esa verdad normalizada, es la que los niños y niñas deben asumir , como si fuese la única mirada que tiene el mundo, cuando todas y cada uno a de las personas tenemos una forma de ver e interiorizar nuestra propia experiencia de una forma única y diferenciada
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